Aunque lo veas todo negro, ¡adelgazar después del parto es posible!
Sin pasar hambre ni matarse en el gimnasio. Yo lo conseguí, ¿quieres saber cómo?
MIS IMPRESDINCIBLES
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Obviamente que se puede adelgazar después del parto. Pero eso no es suficiente. ¡Lo que queremos es quedarnos igual o más buenorras que antes!
1 de cada 10 chicas vuelve a su tipazo de antes de dar a luz, de manera natural. Y 9 de cada 10 las odiamos en secreto.
Por supuesto, yo fui una de esas 9.
El momento de dar a luz es duro. Después de meses de embarazo en los que la prioridad es el buen desarrollo del bebé, tienes que adaptarte a una vida nueva de la noche a la mañana y a una persona que viene sin libro de instrucciones. Y a esto, añade la presión de verte en un cuerpo que nunca habías tenido.
Durante mi embarazo, todo el mundo me animaba a comer lo que quisiera: “Tienes que alimentar al bebé», «Luego enseguida bajas los kilos”… -¡Estupendo! ¡pues hoy pizza para cenar!-.
Y así, yo que siempre había sido delgada, ¡me vi con 20 kilos de más!
Por supuesto, lo importante era que mi bebé estaba bien… Pero el primer día que salí a cenar e intenté arreglarme como siempre… ¡ese día lloré sin parar! Me miraba al espejo y sólo pensaba si alguna vez conseguiría quitarme esa tripa y esas piernas que no eran mías.
No es una pregunta. Es un grito desesperado de las mujeres embarazadas. La necesidad de volver a ponerse una minifalda de cuero y verse bien.
Pues sí, por supuesto que sí. Y sin seguir esas dietas para adelgazar en el postparto que consisten en aguantar con una manzana y un vaso de agua durante horas. ¡Qué tortura! Suficiente tenemos como para encima estar pasando hambre.
Mis pautas para adelgazar se basaron en cambiar malas costumbres, una alimentación sana combinada con ejercicio y la ayuda de suplementos naturales.
¿…Cómo? ¿Ese es el primer consejo? Pues sí, y para mí el más importante.
La comida es uno de los placeres de la vida. Nos reunimos alrededor de la mesa con nuestra familia y amigos… ¿Por qué vamos a renunciar a eso? No es necesario:
– Hay que cambiar la alimentación desde la base y tener un estilo de vida más sano. De nada sirve estar dos meses amargada comiendo ensaladas si luego volvemos a las andadas con más ganas todavía.
Olvídate de los productos light, los suplementos milagrosos y pasar horas a base de té, porque tenemos la suerte de vivir en la cuna de la dieta Mediterránea: verduras, legumbres, quesos fermentados, carnes y pescados fabulosos. En resumen, comida de verdad, cocinada de la manera apropiada.
Salvo casos de enfermedad, no conozco a nadie que siga esta alimentación y sea obeso.
– Ayúdate de las apps y registra durante varios días todo lo que comes. Analizar cómo es tu alimentación te ayudará a ver qué alimentos debes cambiar y cuáles pensabas que eran sanos y no lo son tanto…
Ponte menos cantidad en las comidas principales y organízate snacks saludables. Y que haya un poco de proteína en cada comida (aunque sea un par de nueces), para reducir la velocidad en la que el azúcar va la sangre.
Olvídate de galletas y cereales de supermercado, patatas fritas, barritas, etc… Una ración de estos alimentos ya tiene la mayoría de las calorías recomendadas para todo el día. Puede marcar la diferencia quitarnos unas galletas que apenas nos sacian y aportan 300 calorías.
Para picar dulce me encantan los snacks de Myprotein (aquí mis favoritos).
Me chifla la mezcla de tortitas proteicas de sabor a azúcar y canela, con 100 calorías por tortita. ¡Están realmente buenas! Además tienen Brownies, Galletas, Mug cakes,…
Si las super modelos las toman todos los días, nosotras también. Eso sí, en pequeñas cantidades. Nos dan energía, ayudan a absorber las vitaminas, aportan ácidos grasos, mantienen el pelo y la piel sanos…
Prepárate un buen salmón, una tostada con aguacate o unos frutos secos crudos. Están llenos de nutrientes y, además, te sacian el estómago durante horas. Si tienes una alimentación sana, no tengas miedo de engordar con ellos. De hecho, la leyenda dice que Victoria Beckham se toma 6 aguacates al día…
Eso sí, nada de precocinados: elige alimentos frescos o congelados sin procesar.
– Azúcar:
Para empezar, las mujeres embarazadas tienen que tener cuidado con la diabetes gestacional.
Pero además, es adictivo, te agota, y como tu cuerpo no puede procesar la alta cantidad que tomas diariamente, lo almacena como grasa.
Y cuidado, porque no sólo me refiero a dejar la bollería (que también):
¿Cómo tomas la fruta? Es buenísima y sanísima, pero hay que comerla cuando aún tengas actividades que hacer. Si no, no vas a quemar su azúcar.
Fíjate bien en los ingredientes de la comida empaquetada. La mayoría tiene azúcar (pan de molde, embutidos, procesados…). Se oculta bajo diferentes nombres (fructosa, sacarosa…).
¿Hay algún sustituto del azúcar más saludable? Aquí hablo del tema.
– Alimentos light:
Para empezar, seamos sinceros: no están tan buenos.
Además, es verdad que les quitan gran parte de la grasa pero, ¿no habíamos quedado en que la grasa, cuando es saludable, sí hay que comerla?
Y por si fuera poco, no tienen calorías pero están llenos de azúcar: no hay más que mirar los ingredientes de los yogures desnatados.
¿Resultado de esta ecuación? Que al rato de comerte uno ¡vuelves a tener hambre! Sin embargo, eso no te pasa con un yogur griego o un kéfir, ¡haz la prueba!
– Alimentos con índice glucémico alto:
Son alimentos compuestos por mucho azúcar pero, al contrario que la fruta, no tienen prácticamente fibra. Por tanto, se asimilan muy deprisa y aumenta rápidamente el nivel de azúcar en sangre. De igual manera vuelve a bajar la glucemia enseguida, y… ¡otra vez con hambre!
Simplemente sustituyendo arroz, harinas, cereales y pastas blancas por sus homónimos integrales habrás hecho un cambio increíble en tu dieta.
Pero si quieres ver un cambio impresionante, modera su consumo. Ya las verduras y legumbres tienen hidratos de carbono. Hay muchísimas formas de comerlas, sólo hay que encontrar tu favorita.
Reduciendo el consumo de arroz, cereales integrales y pasta, limitándolo a un día a la semana, fue sin duda de lo que más me ayudó a bajar peso. Desde entonces, es una norma que sólo me salto por un poco de pan Wasa.
Pero evidentemente, en la dieta mediterránea, llena de deliciosas patatas, comida italiana y paella, no es fácil. Por eso recomiendo la pasta que no engorda: pasta Konjac.
– La comida procesada:
¿Sabes lo que engordan tres galletitas integrales? Las vemos tan pequeñas, hechas al horno… y parecen inofensivas. Pero nada más lejos de la realidad.
Comida precocinada, barritas de cereales, refrescos, pan de molde… Es sólo cambiar de hábitos, y aunque de primeras no te lo parezca, hay muchísimos recursos para que no te lleve mucho tiempo: congelar pan fresco, mezclar tú la carne de hamburguesa, cocinar para varios días y congelar por raciones…
– Alcohol:
Sabemos que tiene mucho azúcar y además, ralentiza el metabolismo ¡y eso no lo queremos! Pero tampoco hay que estar amargada: no hay que renunciar a unas copitas de vino con tus amigos.
La fibra es fundamental: sacia y regula el estómago. Pero por mucho que nos guste la verdura, no es fácil seguir una dieta que incluya toda la cantidad recomendada de fibra.
Por eso, cuando hayas terminado con la lactancia materna te recomiendo empezar a tomar Inulina. Este prebiótico natural te regula el estómago, sacia durante horas y está bueno. Es alucinante la cantidad de beneficios para la salud que tiene y cómo ayuda a mantener el peso. Es uno de mis suplementos de cabecera (compra inulina aquí).
Como es inevitable que salgamos a cenar, pidamos unas pizzas o tomemos postre de vez en cuando, lo mejor es Chitosán. Una sustancia 100% natural, que proviene de los cangrejos o de los vegetales y reduce la absorción de grasa de los alimentos que ingerimos. Las atrae y evita que se digieran, las expulsa, ayudándonos a adelgazar. Sólo hay que tomarlo antes de las comidas en las que sea necesario.
Ya sabes todos los beneficios que tiene el agua, así que cuando te de un ataque de hambre ¡bebe un vaso de agua! En cualquiera de sus formas: con rodajas de limón o unas fresas, en infusión, agua con gas y hielo,…
Lo más importante del ayuno es que provoca la autofagia en nuestro cuerpo, un proceso regenerativo celular que juega un papel importante en la inmunidad e inflamación. Pero además ayuda con la pérdida de peso y nivela las hormonas (por ejemplo, la insulina).
Consiste en alternar periodos de comer y de no comer. Aunque hay varios métodos, el que yo implemento es el de estar 16 horas sin tomar nada que se ingiera (sí bebo agua, té y café sólo). Mi experiencia sobre el ayuno intermitente aquí.
– Nada de ejercicio durante la cuarentena:
Me encanta el dicho de que el sudor es la grasa llorando… ¡Muy cierto!
Sin embargo, no tengas prisa. Es fundamental respetar la cuarentena sin esfuerzos en caso de un parto vaginal, y si es cesárea, suele ser más tiempo. Muchas veces nos sentimos con energía, pero no hay que confiarse.
Todo tu cuerpo tiene que volver a su sitio, está rebosante de hormonas, lleno de elastina… y no querrás arriesgarte a tener complicaciones médicas, pérdidas… Total, ¿qué más da una semana más o menos?
– ¡Modo deporte ON!
Una vez haya pasado este periodo, y consultando a tu ginecólogo, ¡ponte a manos a la obra!
Un bebé te exige mucho, pero queremos bajar ese culo, ¿verdad?
Fija con tu pareja o familia un par de horas semanales para ir a clase de hipopresivos o al gimnasio.
¿No puedes entrenar fuera de casa?
Móntate un pequeño gimnasio en casa con un par de materiales básicos. Ni necesitas un gran presupuesto ni mucho espacio.
Si no te ves capaz de organizarte tus propios entrenamientos, apúntate a un gimnasio online. Hay opciones como Ictiva que tienen más de 1000 entrenamientos de más de 21 modalidades. Puedes seguirlos desde cualquier dispositivo (móvil, TV, ordenador…). Distintos niveles y duración de los entrenamientos. Además, el precio anual es ridículo, porque suelen tener descuentazos. Apúntate a Ictiva aquí.
Obviamente te recomiendo cardio, pero no te olvides de fortalecer los músculos. Y para eso, te recomiendo practicar yoga. Es perfecto para el postparto: tonifica, estiliza y fortalece el suelo pélvico.
¡Durante el post parto hay ratos en los que te hartas a llorar! Y es normal porque casi no descansas, te duele el cuerpo… Sin embargo, intenta no dejarte llevar por esas hormonas revolucionadas. Que estés pasando un momento duro no te da carta blanca para ser una tirana, especialmente con tu pareja.
Intenta relativizar lo más posible y pensar qué es lo importante en tu vida. Si necesitas mimos extra, ¡pídelos! Tu familia y amigos estarán felices de dártelos.
Al final, lo más importante en la vida es ESTAR FELIZ. Si te apetece un dulce, busca una receta un poco healthy y ¡disfruta!
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