El carácter de las mujeres: se acabaron los numeritos

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Las mujeres tenemos muchísimas cosas buenas. En general somos más dadas a ayudar a los demás, más amorosas y agradecidas que los hombres. Además de mayor sensibilidad para la belleza. Pero cuando hablamos de temperamento y carácter… Amiga, ¡a montar pollos no nos gana nadie!

LOS CAMBIOS DE HUMOR DE LAS MUJERES

Que las mujeres somos en general más temperamentales que los hombres, es una obviedad. Sin embargo, no es que seamos unas locas: es que nuestro cuerpo, a través del sistema endocrino, fabrica hormonas y las envía al torrente sanguíneo. El tipo de hormona que predomine en nuestro cuerpo condicionará aspectos tan importantes como el estado de ánimo, el metabolismo o la reproducción.

Afectadas por los estrógenos y la progesterona principalmente, a lo largo del ciclo menstrual tenemos dos fases. Una en la que estamos más felices y nos sentimos más atractivas, seguida de otra en la que tenemos un carácter más inestable. Por no hablar de la menopausia, que afecta en mayor medida a nuestros cambios de ánimo.

Por eso, para mantener a raya a las hormonas e intentar que nos afecten lo menos posible, es fundamental:

  • Realizar un ejercicio físico que disfrutemos
  • Llevar una dieta saludable
  • Hacernos un chequeo de vez en cuando con el médico (en una analítica normal podemos pedir que nos midan el nivel hormonal).
  • Pero sobre todo, ser feliz: tomarse la vida con más calma e intentar dejar a un lado aquello que nos cree mucho estrés y ansiedad (por ejemplo, las relaciones tóxicas).

Además, el hecho de que suframos variaciones emocionales por culpa de nuestro cuerpo, no nos da carta blanca para perder los papeles e ir por la vida montando numeritos. Lo único que vamos a conseguir es que nuestra pareja salga huyendo pensando que somos unas locas.

¿QUÉ PIENSAN LOS HOMBRES DE LAS MUJERES CON CARÁCTER?

Por supuesto, como todo en la vida, hay hombres a los que les encantan y otros que prefieren chicas más sumisas. Pero lo que no se puede confundir es tener carácter con mal carácter. Una cosa es tener las ideas muy claras y otra montar pollos a tu pareja. Llegar del trabajo y que te reciban a gritos por la puerta no le gusta a nadie.

Durante años se ha escrito mucho sobre por qué los hombres no escuchan a las mujeres. Pero en mi experiencia he descubierto que eso no es verdad. Sí lo hacen, sólo depende de cómo se les exponga el tema. En cuanto empiezan a oír chillidos o acusaciones, se cierran en banda y ya da igual que tú tengas toda la razón del mundo.

Por eso es importante no pasarse de la raya. Cuando lo hacemos, lo que empieza como un enfado porque la cama no está bien hecha, termina con un conflicto monumental mientras gritamos que nunca deberíamos de habernos casado (¡!). Además del hecho de que olvidarse de estas peleas no es fácil. Lleva tiempo recuperarse como pareja, y durante días (o semanas, según el nivel de rencor que tengamos) todas esas palabras feas siguen resonando en nuestra cabeza. Suficientemente difícil es encontrar al hombre de nuestra vida, como para andarnos con tonterías.

ENTONCES, ¿EVITAMOS EL CONFLICTO?

En mi opinión, evitarlo no ayuda para nada. Ser sumisas y sonreír mientras por dentro estamos a punto de estallar tampoco es una solución: no arregla el problema y además te da dolor de barriga. Si eres de las que guarda su opinión y sentimientos con su pareja en lugar de hablar, sabrás que el resultado es que se va haciendo una bola. Y cuando explota es la tercera guerra mundial. Y ya si utilizas el sarcasmo olvídate, es una bomba en cualquier relación.

Las mujeres somos muy listas. Por tanto, creo que es mucho más apropiado ir hablando las cosas con tacto. En esos momentos tenemos que ser más inteligentes, respirar profundamente y pensar una forma más diplomática de decir las cosas. Si necesitas algo de tu pareja, hay que pedírselo con cariño, aunque sea la décima vez que se lo dices.

Sin duda ayuda relativizar el problema, reprimir las ganas de gritar y ser más racional. Aunque deje la colcha arrugada día tras día. Seguro que si se lo pides con cariño al final lo acabará haciendo (aunque solo sea porque no se lo repitas más). Y si no lo hace, piensa: ¿es tan importante que no lo puedes dejar pasar? ¿es un tema que pesa más que todas sus cosas buenas?

Haz la prueba: sustituir el – ¡¿Otra vez está la cama mal hecha?!- por un simple -Mi amor por favor, si puedes estirar la colcha te lo agradecería- es una inversión en armonía familiar.

¿PODEMOS CONTROLAR EL CARÁCTER?

Por supuesto que sí, pero no es fácil. Yo lo sé en primera persona, porque aunque normalmente sea muy tranquila, cuando me enfado, me enfado. Además, soy un poco quejica. Sin embargo, no me permito escudarme en los cambios hormonales o pensando -bueno, es que soy así-.

Sabiendo que es uno de mis puntos débiles, desde la adolescencia he intentado reprimir esa mala leche. Sé lo que cuesta respirar y contar hasta 3. Cuando veo que no puedo controlarme, me voy a otro sitio hasta que me relajo.

Y a veces no soy capaz. Sin embargo, es importante sentir que lo intento y que cada vez que tengo algo que decirle a mi marido, hago el trabajo interior de pensar qué y cómo.

Sobre todo porque es un esfuerzo que trae sus frutos. Y es que cada vez que mi marido y yo hemos discutido, se reafirma mi teoría. El tener una línea fija en la mente que marque cómo queremos que se desarrolle el conflicto, es fundamental. Es decir: esforzarse por mantener la calma los dos, reconducir la situación cada vez que nos estamos desviando, no faltar nunca al respeto… Desde ese punto, podemos hablar de lo que sea.

Además, no debe de importarte si siempre eres tú la que hace el esfuerzo, porque el resultado es un matrimonio feliz y unido. Las mujeres que consiguen estar tranquilas y relativizar tienen más probabilidades de tener estabilidad de pareja y familiar. Y si no te lo crees, mira a Cindy Crawford, siempre serena con sus sesiones de yoga.

Por tanto, no vamos a dar más oportunidades a los hombres para que hagan bromitas sobre cómo es el carácter de las mujeres. Se acabaron los numeritos injustificados y el guardar mentalmente reproches esperando el momento perfecto para sacarlos. A partir de ahora no hay que dejar que las hormonas controlen tu vida.

¿Cuál es tu caso? ¿Eres de las que recopila el rencor hasta que explotas? ¿De las que tiene ganas de ir gritando por la casa? ¿O tienes la suerte de tener actitud zen de nacimiento?

 

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